La administración de los bienes, en primer lugar, se ocupa de las cosas necesarias para la vida diaria de los frailes y su apostolado; se extiende luego a los edificios en los que la comunidad vive y ora y a sus enseres, y asimismo a su conservación. Es además necesario que una prudente administración también prepare a tiempo una cantidad de capital para atender los casos imprevistos.
La fuente principal de todos estos bienes es el trabajo asiduo de los frailes y la moderación en el uso y en los gastos, aunque aceptemos también con gratitud los donaciones de los bienhechores.
Como no debe aceptarse una excesiva acumulación de bienes, en caso de que en algún convento se diesen bienes inmuebles o muebles o capitales, realmente superfluos, es de incumbencia del Capítulo Provincial, oído el consejo y el Capítulo del convento, disponer de ellos.
Estos bienes aplíquense a las necesidades de la propia provincia o, consultado el Maestro de la Orden, ofrézcanse a la Orden, o a alguna provincia necesitada.