Nuestros frailes pueden tener, para su uso personal, algunos libros y otros instrumentos, aunque con moderación y según las determinaciones del Capítulo Provincial.
Cuando los frailes son asignados a otro convento, pueden llevar consigo solamente aquellas cosas que han sido previstas en las determinaciones en el Capítulo Provincial y en el Estatuto de Provincia.
Absténganse los frailes de andar en busca de novedades y de comodidades de la vida, y en todas las cosas, y en todo lugar, lleven una vida sobria.
Las Provincias pueden determinar, a tenor de las normas generales y del espíritu de la Orden, el modo de guardar la pobreza, conforme a las circunstancias de tiempo, regiones, personas o ministerios.
Si fuere necesario para el bien de la Orden o de la Iglesia el confiar a un fraile una misión determinada en la que incluso haya notable peligro de la vida, esto no se haga nunca sin consultarle a él. En estos casos el superior debe actuar con gran prudencia, debidamente informado y oído el parecer de algunos frailes prudentes.
Nuestros frailes no acudan con ligereza de una autoridad menor a una superior para evadirse de alguna obediencia impuesta. Y si lo hicieren no se admita el recurso.
Si hubiera causa razonable para ese recurso, el fraile primero obedezca, a no ser que conste, a juicio de personas experimentadas, escogidas con el consentimiento del mismo fraile y del superior, que se va a seguir algún perjuicio grave obedeciendo.
Para los frailes que se separaron de nosotros, nuestro amor, confiando en la misericordia de Dios, ha de mostrarse en la benevolencia y en las ayudas correspondientes.
Los frailes ancianos o más débiles de salud tengan en el convento un lugar adecuado para que puedan participar en la vida común. Que se les ofrezca también un cuidado conveniente y puedan recibir visitas de sus parientes y amigos.
Cuiden atentamente los superiores que los frailes que, por razón del ministerio, moran fuera del convento de su asignación, puedan regresar a él con frecuencia y puedan ser visitados por otros. La comunidad recíbales con alegría, ayúdeles con premura, y tome parte en sus trabajos espiritualmente y con obras. Ellos, por su parte, ejerzan su ministerio como miembros de la comunidad, y participen de buena gana en las reuniones conventuales para nutrirse con el fervor apostólico de los otros, y, a su vez, puedan edificarlos a ellos.