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  1. Nuestros misioneros, dentro de lo posible, instauren la vida regular, y procuren vivir plenamente en comunidad.
  2. Para conseguir esto, eríjase cuanto antes un convento en el que se refleje la vida dominicana según las exigencias, la naturaleza y el carácter peculiar del pueblo evangelizado, para que aparezca realmente como nativa y no extraña en su patria. Incorpórense también las tradiciones ascéticas y contemplativas, que estén en armonía con la vida dominicana, cuyas semillas han sido infundidas algunas veces por Dios en las antiguas culturas con anterioridad al Evangelio.
  3. Lo más pronto que se pueda, promuévanse las vocaciones dominicanas, a fin de que sea estable la implantación de la Orden y pueda erigirse y tener vida una Provincia autóctona.