Puesto que la vida religiosa es signo preclaro del reino celestial y, a través de la íntima consagración hecha a Dios dentro de la Iglesia, pone también de manifiesto de manera clara y significa la naturaleza íntima de la vocación cristiana, ya desde los comienzos del establecimiento de la Iglesia, nuestros misioneros promuevan con toda diligencia la vida religiosa bajo formas nativas.