Como en la Iglesia de los Apóstoles, así entre nosotros, la comunión se funda, edifica y consolida en aquel mismo Espíritu en el que de Dios Padre con una sola fe recibimos al Verbo, con un solo corazón lo contemplamos y con una sola voz lo alabamos; en el que somos hechos también un solo cuerpo los que de un solo pan participamos; en el que finalmente tenemos todas las cosas en común y a la misma obra de evangelización somos destinados.
Los frailes, por la obediencia concordes, por la disciplina de la castidad asociados en un amor más elevado, por la pobreza más estrechamente dependientes unos de otros, edifiquen primero en su propio convento la Iglesia de Dios que, mediante su trabajo, han de extender por el mundo.