- Según se nos advierte en la Regla, lo primero por lo que somos congregados en unidad es para habitar unánimes en casa, y tener una sola alma y un solo corazón en Dios. Esta unidad alcanza su plenitud, más allá de los límites del convento, en la comunión con la Provincia y con toda la Orden.
- La unanimidad de nuestra vida, enraizada en el amor de Dios, debe dar ejemplo de la reconciliación universal en Cristo que predicamos con la palabra.